Qué fue de aquel niño
que una vez he sido,
no sabía nada del destino,
de pesares ni olvidos.
Con su amplia sonrisa
de un alma todavía pura,
cuando no había heridas,
ni palabras muy oscuras.
Los días eran eternos,
sin siesta que los acorte,
sin demasiados temores,
ni preocupaciones.
Decir ahora su nombre
es evocar un pesar enorme
que todavía marca mi vida,
se ha quebrado la noche.
Tal vez no me conozca
ese pequeño de entonces,
me vea como una sombra
triste que se esconde.
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