No vas despacio,
nunca te detienes,
vives de repente
como si el tiempo
fuera una serpiente.
Muerde tus talones
que su carrera emprenden,
huyes acaso de la muerte,
de alguna oscura suerte
que ocupada te tiene.
No miras hacia atrás,
no das vuelta la cabeza,
te alejas de ese manera
del pasado que regresa
cada primavera.
Por eso prefieres otoños
para tus manos al cielo,
recoges casi al vuelo
las hojas amarillas caídas
de árboles inciertos.
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