Abro la puerta,
salgo a la calle,
no hay nadie,
sólo la noche
lo sabe.
Camino despacio
admirando el silencio,
respirando el aire
que me deja el tiempo
caído y cobarde.
Se rompe todo
en mil partes iguales,
no lastiman sus esquirlas,
no cortan, ni dejan
ninguna herida.
Doblo en una esquina
de flores marchitas,
aún su aroma puede
despertar en el alma
alguna sonrisa.
El sol llega
esa mañana misma;
a nadie le interesa
ver así dormida
la esperanza mía.
miércoles, 1 de enero de 2020
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