Este viento arrecia
con imprudencia las ramas,
antes quietas, de los árboles
que dormían su siesta.
Los saca de su letargo
de esperar la primavera,
los sorprende desabrigados
con algunas hojas secas.
Los mece con fuerza
como si quisiera acaso algo,
una respuesta, la nimia nota
del canto de algún pájaro.
Pero obtiene indiferencia,
ni canciones, ni poemas,
apenas la sutileza arbórea
de unas pocas ramas secas.
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