Rompo la daga que llevas en la cintura
de tus palabras todas siempre resentidas,
con el argumento de que en esta vida
a veces se retorna al camino del que huías.
Tu mirada tiene ese fuego que aun quema
mis venas cuya sangre queda toda ennegrecida
y se seca en el cuerpo que padece horrores
como si la muerte ya estuviera de mí encima.
Como si el hades horrendo se precipitara
sobre mis hombros en tan solo un día,
hundido en el más hondo de los abismos
lejos de toda luz sin remedio moriría.
Pero aun queda en mí algo de vida,
aunque solamente sea para recordarte
como aquella hermosa vida perdida,
y hoy todo es remordimiento acorde
al dolor que supe darte cuando te quería.
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