Las nubes bajaron a la tierra
esta mañana húmeda y fresca;
una brisa juega con las pequeñas
gotitas de rocío siempre sutiles
que desde el cielo llegan.
Respiro de este aire limpio
y salgo a caminar perdido
entre las cortinas blancas
de blandas nubes de seda,
similares en color al lino.
Mi cara siente el frío
que despierta más el sentido
y mantiene mis ojos abiertos
lejanos del sueño tibio
en esta realidad que vivo.
Mis pasos son firmes
pues no temo a la lluvia,
ni a la brisa, ni a la vida,
ni a las palabras no dichas
ni a las palabras perdidas.
Pienso en algunos poemas
donde volcar la experiencia
de este amanecer cualquiera,
como muchos días otoñales
en esta ciudad somnolienta.
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