No eres el libro que leo,
ni los poemas que recito,
tampoco la luna que admiro,
ni el sol que está escondido.
Las palabras que no digo,
el sentimiento que no expreso,
tampoco el dulce recuerdo
de alguien que está lejos.
Simplemente eres aquello
que al mirar atrás contemplo
como quien mira asombrado
un extraño acontecimiento.
Y se ve tan distinto
que no se reconoce y acaso
sea antes o ahora la locura
de haber alguna vez cambiado.
No eres más que eso, apenas
la flor que muere en el olvido,
la brisa que acaricia desde lejos
en invierno con sus dedos fríos.
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