Tengo un poema suicida
que quiere saltar con alegría
hasta tus manos indiferentes
que con desprecio lo olvidan
sin leerlo siquiera.
Pero la poesía no espera
de lectores que algo sientan,
simplemente son palabras
como agua de una fuente
para siempre ser derramadas.
Sobre la tierra sedienta
hasta llegar profundamente
a las raíces de los árboles
prohibidos de los paraísos
en los cuales ya nadie queda.
Ya nadie habita esos lugares,
ya nadie lee ahora más poemas,
se conforman con cosas vanas,
baratijas en la televisión
que corrompen su alma.
Pero la poesía sigue,
la buena y la que le dicen mala,
porque hay sabios que comparan
siempre entre autores diferentes,
todo lo evalúan y separan.
Es que su corazón es una laja
donde tienen labradas las teorías
que sus mentes llanas tienen fijadas
para ver el mundo desde esa semiótica
que termina siendo tan extraña.
Son seres vacíos que se ufanan
de conocer todas las buenas obras,
se creen con el derecho se insultar
y menospreciar a quienes tienen alma,
tienen ese don de poetas en este mundo
aunque parezca que no sirve para nada.
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