Hasta ahora he callado
todo lo que por ella siento,
pero ya no soporta mi cuerpo
tanto amor, tanto dulce deseo.
Debo decirle lo que pasa
con el calor de mis manos
cuando tomo sus manos,
cuando miro sus labios.
Cuando la abrazo mi alma
se eleva muy alto hasta cielos
que nunca antes había podido
siquiera intentar imaginado.
Es mi vida entera, acaso
el único amor que siempre tuve
pero fui muy ciego para ver
que es ella la luz de mis días.
Las razón de las razones distintas
para darle sentido al universo,
al tiempo, a la misma muerte,
a mi extraña rutinaria suerte.
Espero encontrarla pronto
en alguno de esos amaneceres
del brillo de sus ojos mirando
mis ojos fijamente, cuando quiere.
martes, 21 de septiembre de 2010
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