El cielo esconde el día
como un tesoro prohibido;
debajo de extrañas nubes
caminando solo me rindo.
Todo simula una fantasía
extraña, difusa, en la neblina;
los altos árboles sin hojas
parecen garras muy finas.
Pero no desgarran nada
en una peculiar agonía,
las miro amenazar el viento
que sopla con total apatía.
Las luces son luciérnagas
dormidas en tanto silencio,
se apagan y encienden solas
como fragmentos de un sueño.
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