que
levemente brillan
como
destellos en la nada
maravillosa
de la vida.
Esa
brisa que llega
desde
misteriosas tierras,
nos
acaricia, nos despeina,
juega
con hojas dormidas.
Un
gesto del destino,
acaso
confundido y noble,
con
nuestro pobre cuerpo
harto
de sueños mediocres.
Un
mínimo golpe de suerte
entre
tantos goces ausentes;
una
ilusión de repente
que
nos sorprende.
Pero
hay que ser prudentes,
no
vaya a ser que nos creamos
que
ha cambiado el universo
y
esta vez merecemos algo.
Es
sólo un sueño; un placebo
para
no caer tan bajo siempre
cual
roca en un despeñadero,
dando
tumbos hacia la muerte.
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