Recuerdo el brillo
que tanto te seducía,
como decidiste acaso
encandilar tus días.
El cielo era celeste
en contraste con la brisa,
con esa sonrisa extraña
que me duele todavía.
Un hilo seguía
el calor de tu cuerpo,
allá te ibas muy lejos
de todo lo que dolía.
Me guardo conmigo
la rara luz del espejo,
como una parte rota
del mundo que poseo.
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