Cuando nada pensaba,
nada sentía en el alma;
los días sólo pasaban
en su rutina amarga.
Apareciste nuevamente
quebraste lo que quedaba,
haciendo añicos las paz
que habitaba en esta nada.
Ahora no puedo olvidar
que una vez no te olvidaba,
que una vez intenté sembrar
semillas de rosas anheladas.
Ahora no puedo dejar
que te vayas cada mañana;
al despertar estoy muy solo,
es un desierto toda la casa.
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