Ya no puedo tomar tu mano,
ni decirte palabra alguna
más que el silencio amargo,
más que la ausencia cotidiana
que ya ni siquiera hace daño.
Tampoco abrazarte con fuerza
y sentir el calor de tu cuerpo,
si el último recuerdo que tengo
es ese beso en la frente tan frío
que caló hasta en mis huesos.
Ni tu nombre pronuncia el viento
en las ramas de los árboles secos,
ni las flores que dejé hace tiempo
con su aroma leve de tristeza
por todos los recuerdos muertos.
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