No creas que estás ausente,
que me castigas con tu indiferencia,
que el tiempo poco a poco aleja
de mi memoria las vivencias.
Tampoco pienses que las heridas
cicatrizan y sanan sin dejar huellas;
mi pobre alma todavía está muy dolida
con todo el mal que aún me dejas.
Son impensadas las secuelas:
ya la luna nunca más será la misma,
ni las caminatas, el sol o la costanera,
tampoco esa sonrisa tuya, una pena.
Pero sigues siempre aquí conmigo
como un fantasma de todo lo perdido,
aunque ha cambiado el mundo completo
en el fondo sigue siendo lo mismo.
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