El verdadero amor es eterno,
no se termina con los años;
son las almas que se unen
como una estrella, un faro.
Como una meta en lo alto;
una bandera que hondea
en el firmamento cada noche
cual esperanza que navega.
No hay tristeza, sólo alegría;
cada lágrima es dicha vertida
en el cotidiano viaje de los días
por quienes amamos todavía.
Sin temores, ni piedras,
en el camino donde las caricias
tienen la maravillosa consigna
de ser gaviotas peregrinas.
Porque amar de verdad implica
esa seguridad que se palpita
con el corazón en las manos
que con cada latido vibra.
viernes, 20 de enero de 2012
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