Agonizar cada mañana;
ser luz los domingos,
resucitar cada lunes
de la misma nada.
Los martes la nostalgia
de los días de antaño,
miércoles la arrogancia
de mediados de semana.
Jueves la alegría
de la inminente venida
del viernes luminoso
como una sonrisa.
Los sábados fantasía
de música y neones,
somos reyes, dioses,
en esos lugares atroces.
Así pasa siempre la rutina
de la sucesión de días
que llamamos semana,
confundimos con vida.
La negación misma
es la que reina en la cima
de la necedad oblicua
que al abismo nos desliza.
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