Todos fracasamos
de alguna u otra manera,
subirse a un podio falso
es la estupidez más artera.
Pues en esa leve altura
nos creemos superiores,
ese es el mismo veneno
que las almas corrompe.
Si algo bien nos sale
es sin duda lo inefable
de nuestra gran doctrina,
si fracasamos el destino.
El universo, la diatriba
de que todo corre en sendas
caprichosas de esta vida
que nos nos compensa.
Así caemos de rodillas
en la oscura, terrible sombra
de ver siempre competencia
en quien nos cuestiona.
Nos aislamos pobres
de todo dejo de humanismo,
nos creemos nosotros mismos
un dios siempre efectivo.
Escribimos y hablamos
con el frío espejo cotidiano
de la maldad que nos aqueja,
nos vuelve toscos ermitaños.
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