Cada uno
hundido en su mundo
de preocupaciones
y adversidades,
encerrado en su burbuja
donde no entra nadie.
Y todos así en burbujitas,
separadas, dispersas,
chocan unas contra otras
pero no se rompen,
tienen fuerza.
Cada uno en la suya,
a nadie le importa
quien está al lado;
no porque sea
mala persona,
un ser malo.
Simplemente
porque está entretenido,
enceguecido, encerrado
en una metáfora ridícula
que se llama vida,
tal vez destino,
una misión que, quien sabe,
se nos ha dado.
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