La electricidad les llega
por oscuros y largos cables
desde muy lejanas tierras.
Brillan con toda su fuerza,
pretendiendo ser estrellas
en un universo de faroles
de las calles desiertas.
Iluminan orgullosas,
como artificiales luciérnagas,
en las noches donde todas
forman un camino de luz serena.
Son breves y pequeñas,
amarillas como soles que apenas
brillan cálidamente y se cierran
en pocos metros a la redonda.
Son las humildes luces
que en plazas y calles vemos,
nos dan su ilusión más tierna,
la de ser soles y estrellas.
Nos liberan de las tinieblas
que cada noche silente regresa
con su manto de oscura belleza.
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