Con tus manos escondes el rostro
para que el brillo de tus ojos
no encandile los aviones
de aquel cielo roto.
El aeropuerto suspende sus vuelos,
no pueden volar los pájaros de acero
en un cielo de sueños que se cae,
hecho pedazos, al suelo.
Porque es tarde, lo lamento;
nada podemos hacer para evitar
el triste regreso del vacío
inmenso de este universo.
Será el destino que juega siniestro,
será, acaso, que siempre fracasan
las estaciones que son benignas
ante la llegada del crudo invierno.
Pero aún queda una salida
para rescatar los arco iris muertos:
llora y abre tus ojos grandes
que de ellos nacerán luceros.
Si quieres yo te ayudo,
remontaré torpemente el vuelo
como un gorrión en el nuevo cielo
nacido de las ventanas de tu alma.
Que pronto hallaré la calma
al hacer mi humilde nido
entre las frondosas ramas
del libro de la vida deseada.
Una vida unidos más allá de todas
y cada una de nuestras distancias,
más allá de las cuadradas estadísticas
de aquellos que no creen en nada.
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