Una flor en su jarrón,
condenada a muerte sin tierra,
sufre una agonía solitaria
en un rincón sin primaveras.
Aroma de todos modos
el leve aire que la rodea,
quizás por la ventana viaje
la dulzura de su esencia.
No tiene caricias de brisa,
ni aves que alto vuelan,
ni abejas que zumben cerca
buscando su néctar.
Sólo tiene un poco de agua
en su cárcel de cristal claro,
indiferente ante los ojos
de unos viejos cuadros.
Sueña que es libre y puede
flotar en el viento que atraviesa
los campos donde se mecen suaves,
como olas, todas su compañeras.
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