Me alejé hace tiempo
de falsos y oscuros
maestros de la poesía.
Seres cuyo ego los supera
creyéndose dioses dignos
de todas las idolatrías.
Escribir para ellos
es una triste manera
de buscar aprobaciones ajenas.
Sus obras son trabajadas
con todas las técnicas,
pero vacías de sentido
de un alma que les de vida.
Son monumentos vanos,
grandes, amplios y sonoros
todos sus huecos escritos,
sin humanidad, ni desvelos.
Sólo buscan quedar bien ellos
como los artífices de su invento,
no saben que son instrumentos
de algo muy superior en el cielo.
No es misticismo esto que digo,
sólo hablo de un camino forjado
por aquellos que escriben todo el tiempo
por el dolor, el amor, o la alegría.
No seres de alta valía
cuyas almas no tienen brillo,
son sombras sin nombre cuyos versos
no captan la esencia del universo.
Prefiero quedarme solo
con la fragilidad de mis bocetos;
que muchos o nadie los lea no cambia,
que vaya mi alma en cada uno de ellos.
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