Descubro el tesoro, aquel que buscaba,
en tus ojos, en tus manos, en tu cara,
en la luz siempre cálida de tu alma.
En las noches, en las mañanas
donde nace el sol cotidiano con su coro
de luces en arco iris que estallan.
En las pequeñas flores urbanas
de macetitas en los altos balcones
de edificios de alturas variadas.
En el silencio, en la brisa del invierno
que acaricia fríamente mi cara y sonrío
porque quizás lleve un suspiro.
Un poco de tu aliento sea el aire
que siempre respiro y así consigo
alimentarme en paz de lo mismo.
Aquello que te da vida, es signo
de tus pasos en este mundo que conoces
como si fuera la palma de tu mano.
Un mundo donde, incierto, transito,
con pequeños pasos de temor al destino,
los minutos que me restan de vida
soñando siempre contigo.
viernes, 6 de junio de 2008
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