Todavía recuerdo
tus caricias y tus besos;
el aroma dulce que usabas,
y que cubría todo tu cuerpo.
Tu sonrisa y tu mirada,
tu silencio y tus palabras
son ahora la nostalgia
de un amor que ha muerto.
Pero no olvido lo malo,
las peleas, los momentos
donde de querernos al odio
bastaba un paso siniestro.
Un momento donde me decías
las cosas aquellas que sentías
como flechas malditas que herían
sin piedad mi corazón deshecho.
Pero también mi defensa consistía
en atacar con la fuerza de mi dialéctica
las bases de toda tu fuerza poética
con mis verdades siempre directas.
Fue así como fuimos amigos y enemigos,
seres que se prodigaban cariño y castigo,
todo a la vez, al unísono; una locura
que conducía a todo un desastre.
A ese final, ese triste desenlace
donde ambos salimos lastimados,
ambos perdimos del alma una parte,
ganamos heridas y lágrimas de sangre.
El tiempo no cura las heridas,
simplemente deja dormidas las ofensas,
nos trae los buenos recuerdos como rosas
que aroman lo pasado que uno recuerda.
Por eso ahora te pienso siempre buena,
extraño tus besos, las caricias,
tu compañía y aquella maravilla
de tu amor que era total entrega.
jueves, 31 de diciembre de 2009
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