Estuve contigo aquella tarde
cuando nada era más importante
que verte sonreír, acompañarte.
Pero una pena infame rasgaba
tu dulce alma en muchas partes
como pétalos de rosas caen suaves.
Como estelas de humo se deshacen
dejando un vacío inmenso que nadie
comprende, ni llenar otra vez sabe.
Me quedé a tu lado sin mirarte,
como una sombra, un pensamiento,
acaso ese mismo hondo silencio.
Ese vacío de palabras que invade
el espacio que deja la tristeza
como una clara oda a la ausencia.
Como un poema nunca leído,
porque nadie vez alguna ha escrito,
ni creo que nadie siquiera pueda.
Al anochecer me fui despacio
tras el sol a cualquier otra parte,
a reposar con todas las aves
de aquel cielo que se abre.
viernes, 15 de enero de 2010
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