Esto que escribo
se cierra en este mismo poema,
nada hay fuera del texto
aunque sean cosas verdaderas.
Inmortalidad de las letras
en su propio mundo de enunciados
que sobre sí mismos se cierran
en su semiótica perversa.
No puedo, entonces, decir nada,
no puedo expresar nada de mi alma
porque este universo es cerrado
como una caja blindada.
Pero sigo creando sentidos,
sigo trabajando con las palabras
porque ellas tienen su brillo
y sospecho que hasta un alma.
Ellas se deslizan despacio
con los sentimientos guardados
como flores pequeñas que abren
sus pétalos cada verano.
Al calor que quizás las mata,
las reseca con su dureza
ardiente como el mismo sol
que se torna ahora tan malo.
Acaso mueran estas letras
al caer en desiertos ocasos
pero son aves peregrinas que vuelan
más de allá de lo esperado.
Se alejan de mis manos,
dicen a veces cosas distintas
a las que había yo pensado,
pero son libres en su universo
de mundos siempre cifrados.
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