El amor llama a la puerta
de la casa desierta del destino
que con la suerte es mezquino,
nuestra fortuna en la tierra.
Pero siempre existe una ventana
donde sus cálidos rayos se cuelan
haciendo germinar las semillas
pequeñas y secretas de la dicha.
Las ilusiones nacen de la nada,
las viejas tristezas caen vencidas;
sentimos que nuestra sonrisa es sincera
como las ganas de colmarnos de vida.
Las expectativas de un beso,
una mirada, acaso un caricia,
la dulce compañía de quien nos ama,
de quien amamos con total fuerza.
El amor es soñar, pero es una realidad
base de todas las acciones nuestras,
el sentido y motor real del mundo
para quienes saben lo que cuenta.
Lo demás poco o nada importa
en este camino hacia la inmortalidad,
sólo el verdadero amor que supimos dar,
el amor que se hace parte de la esencia
de nuestra alma que es luz eterna.
martes, 19 de enero de 2010
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