Dejamos el frío del invierno
con su cruz azul de duro hielo,
nos olvidamos de buscar abrigo
porque ahora estamos despiertos
en un día de sol eterno y bueno.
Porque descubrimos el secreto
que nos ha desvelado al punto mismo
de dejarnos ciegos ante la verdad
única y maravillosa de este universo.
Abrimos los ojos como ventanas
para notar que no existe nada
más que amor que siempre se ufana
en todas las cosas donde descansa.
Es el motor mismo que nos aparta
con dulce ímpetu del oscuro abismo
de la insana locura de pensarnos
como entes lejanos del cariño,
precioso don que nos hace dignos.
domingo, 16 de mayo de 2010
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