Estoy acostumbrado al olvido,
ha ser dejado atrás y morir
mil veces en el pensamiento
de quienes ya no me quieren.
Olvidar, eso nunca pude,
nunca pude borrar ni un atisbo
de quienes pasaron por mi vida,
quienes me amaron y se fueron.
Quienes dejaron en mi pecho
un latido distinto, el mismo
que sigue y sigue hasta la muerte
que llegará un día perdido.
Estoy acostumbrado a ver el tiempo
correr veloz hacia ningún sitio,
a recordar horas pasadas, acaso
sea esta la vida que va quedando.
Nos llevamos los recuerdos.
aquellos retratos de tiempos lejanos,
ese nombre que tanto dijimos
y que ahora parece un signo extraño.
Somos lo que deja el devenir de los días,
esencia que se eleva muy alto como el humo
de los inciensos aromáticos en las tumbas
de lo que fuimos y hemos dejado.
martes, 28 de julio de 2009
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