Hay un nivel universal
donde no existe el tiempo
y todos los personajes
e historias son uno mismo.
Laberinto de espejos,
infinito y maravilloso,
la literatura lo es todo
si poseemos el debido
y maravilloso conocimiento.
Donde los griegos con su cultura,
su filosofía, han dejado sus huellas,
por ejemplo, en el Martín Fierro,
perseguido por su destino como Edipo,
esclavo de la Moyra y sus designios.
O un Cándido que recorre mundo
para hallar lo que busca en su casa
trabajando la tierra en silencio,
periplo el antihéroe que es espejo
inverso de un Ulises vencedor
y perecedero.
Donde el amor es siempre el mismo,
desde un Shakespeare, tan pegado
a lo heleno, hasta un Bécquer,
o un Neruda, Amado Nervo o Catulo
amante de imposibles.
Borges y Cortázar se dan la mano
en los vericuetos de su discurso
hecho del material metatexto
que se mira así mismo, eso
es la conciencia de este universo.
Porque todo lo que el hombre ha hecho,
ha escrito con el devenir del tiempo,
es parte un conocimiento casi místico
que se vuelve sobre si mismo
porque son siglos de palabras
unidas y sin tiempo.
martes, 8 de abril de 2008
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