La lluvia cae esta noche
como un manto que da brillo
a todo lo que cubre.
Pequeños ríos fluyen
cerca del cordón de la vereda,
sin barquitos que navegan
hasta un abismo que los espera.
Un viento frío golpea
suavemente las ventanas
para filtrarse entre las cortinas
que se elevan como fantasmas.
De vez en cuando se asoma
entre las nubes la luna llena,
curiosa desde lo alto observa
un milagro muy extraño para ella.
A lo lejos cantan algunas ranas
que uno nunca sabe donde se encuentran,
son como una extraña melodía que expresa
la alegría por la lluvia nueva.
No duermo escuchando la lluvia
con su coro de batracios infinitos;
es como estar sumergido en un océano
de mágicas sensaciones que respiro.
Porque al despertar luego
el sol, siempre lejano, con su fuego
dejará sin vestigios de nada
las calles que transito.
A lo mejor quede un charco
donde floten algunas nubes
que aún a su casa no regresen
perdidas en un cielo sin estrellas.
Que maravilla y cuanta belleza
se encuentra en una gota pequeña
de lluvia escondida en alguna hoja
que golpea de repente nuestra cabeza.
El aire está limpio y es fresco
para llenarse los pulmones
de algo más que del humo amargo
de los motores de autos infractores.
Todo es nuevo y es distinto,
aunque todo sigue siendo lo mismo
pero con colores más brillantes,
con detalles más nítidos.
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