Nunca digas nunca,
porque nunca es mala palabra
quedarse quieto mata
cada una de nuestras esperanzas.
Hay que salir a la calle
con una sonrisa cotidiana.
Al mundo lo cambiamos nosotros
con nuestros pequeños actos.
No con vacías palabras,
esperando milagros.
Porque Dios nos ayuda
pero si nosotros trabajamos.
Es de cobardes y necios esconderse
tras las tristes excusas de siempre.
Las revoluciones que funcionan
son las pequeñas, las silenciosas,
porque vienen desde abajo, desde la base
y eso es lo que debemos cambiar: la cultura.
Aunque parezca que nunca será probable
a esta vida la llevaremos adelante
si todos juntos formamos parte
de un equipo de amigos en este arte.
El arte de lo minúsculo, de lo importante,
porque valen más, mucho más, una sonrisa,
un gesto amable, la ayuda desinteresada
el sacrificio constante por servir.
Dejar de lamentarse por lo que no vale,
por lo perdido, lo malo, saber que hay
gente que hace de este mundo un lugar
digno de habitarse.
Seamos nosotros la razón del cambio,
a este mundo lo llevaremos adelante
con las manos abiertas, con el alma
y el corazón llenos de fe y muchas ganas
de ser realmente audaces.
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