jueves, 3 de abril de 2008

DESIERTO

Dicen que todo desierto
tiene un tesoro escondido,
un oasis, un río que fluye
muy profundo, dormido.

Que hay pozos perdidos
en su inmensidad esperando
a quienes se acerquen a ellos
en busca de un alivio.

Mientras el sol abrasa
con fuego mis pasos, sonrío,
porque saben mis sentidos
que está cerca el destino.

Un pozo con agua fresca,
para beber y quedarse dormido
entre la brisa que arrastra
consigo los recuerdos idos.

Renacer en el medio de todo,
en la inmensidad de la nada,
como una flor que se ufana
de ser siempre la más hermosa
de todas las flores pasadas.

Como un sueño nuevo
con su brillo de mil estrellas
en la noche más preciosa de nuestra vida,
la misma noche -preámbulo de un día-
lleno de la maravilla de una sonrisa.

Por eso no desespero en el desierto
de mis días de no haberte visto,
del silencio de poemas lejanos,
de los días calcados uno sobre el otro,
en una rutina que me llena de hastío.

Porque sé que en alguna parte me espera
un pozo con el agua fresca para mi cuerpo
y mi alma que anhela las gotas
de una caricia entre tanta ausencia,
una sensación de alivio entre los sollozos
amargos como los ocasos que no regresan.

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